martes, 30 de diciembre de 2014



Estoy cansada de las subidas y bajadas de temperatura,
y no estoy hablando del tiempo,
estoy hablando de ti y de lo bien que te sienta el azul,
estoy hablando de esa dulzura,
de esos ojos,
que sé que aunque refuerces con odio siguen siendo tan limpios
como los que conocí aquel día.
Pero es que te echo tanto de menos que duele,
duele que tu olor se quede en mi pecho cada vez 
que me abrazas,
que me aprietas fuerte,
que me das un beso, en la frente,
porque sabes que no quieres engancharte a cosas que te hagan daño,
y es una pena, porque yo solo quiero besarte los miedos,
hasta traerte la calma,
la paz.
Pero tú solo me traes infierno, y yo, no puedo,
para de pensar en lo a gusto que estoy ahí, porque
aunque duela,
estoy contigo.

Y eso, no lo cambio ni por el mismo cielo, porque eso,
por desgracia o fortuna,
también consigues dármelo tú.

jueves, 25 de diciembre de 2014

La niña que se odiaba a sí misma.

La niña se abraza a su madre, y le dice 'Mamá, ¿tú me quieres?' su madre la levanta y la abraza, 'pues claro que te quiero'. La niña se queda en silencio y cuando esta apunto de susurrar 'mentira' mira a su madre a los ojos y le hace una seña para que la deje en el suelo. La niña le da un beso en la mejilla y corre al aseo. Allí en el aseo, abre el grifo del agua y mira como su reflejo llora en silencio. Lágrimas saladas caen por sus mejillas, y días tristes se ven en su mirada. La niña se lava la cara, abre mucho los ojos y se echa gotas de agua, había descubierto que si se echaba gotitas de agua que caían de la punta de sus dedos al ojo no se le quedaban rojos, y nadie se fijaba en que había llorado.
'Nadie te quiere' le susurra al espejo. Y cierra de un portazo el aseo, su madre baja, asustada y cuando ella la ve le dice 'Mamá, no quiero quedarme sola' su madre la mira, preocupada y se dice a sí misma 'qué le pasará a mi hija'. La niña niega con la cabeza y dice 'Mamá, no quiero ser quién soy'. Su madre la vuelve a mirar con el ceño fruncido '¿por qué dices eso?' La niña corre hacia su habitación y pega otro portazo, su madre toca al rato la puerta pero ella se hace la dormida y su madre se marcha. Ella le da golpes a la almohada y ahoga sus gritos en ella. Ahora no sabrá cómo explicarle todo lo que ha dicho a su madre, no quería preocuparla, pero ni si quiera sirve para eso. No sirve para nada, todo le sale mal. La niña apaga la luz y se mete debajo de la cama, había encontrado el único lugar en el que se sentía a salvo, y era allí, junto a los monstruos. Ella también era una especie de monstruo, o al menos así se veía a sí misma. Se metía debajo de la cama cuando sentía que se hacía pequeña y el mundo era tan grande que asfixiaba, o cuando discutía con su madre, eso siempre funcionaba, se quedaba una hora metida debajo de la cama con la mejilla apoyada en el frío suelo, oyendo como su madre hablaba sola por toda la casa enfadada, y cuando se callaba salía y era como si nunca hubiera pasado nada. Ojala meterse debajo de la cama siempre solucionara las cosas. Pero no era así.
No quería salir de ahí, no quería volver al colegio donde todos los niños se burlaban de ella y nadie la aceptaba, no quería sentarse todos los recreos en el mismo banco mientras veía cómo todos los niños jugaban, y menos ahora, que hace unos días atrás un niño que jugaba cerca al fútbol le tiró el balón a la cabeza mientras ella estaba acostada en el banco mirando las nubes, ¡y ni si quiera se disculpó! No quería volver a oír esos apodos que le habían puesto los chicos de su clase, y menos aún quería ver a la chica que le había dicho 'si no cambias no puedes estar con nosotras, no nos gusta como eres'. A nadie le gustaba como ella era, ni si quiera a ella, pero ella era así. 'No puedo cambiar' se decía una y otra vez cerrando los ojos muy fuerte, deseando que cuándo fuera a abrirlos fuera otra persona diferente.
Su madre siempre decía 'los niños son crueles', la niña miraba a su madre y después bajaba la vista al suelo, dándole la razón con una mirada cansada. Demasiado cansada para su edad.


miércoles, 24 de diciembre de 2014

Había conseguido convertir su invierno en primavera

Corazón coraza. Aquel que está hecho de inviernos y que nunca siente nada. Aquel que huye de los sentimientos, sobretodo de los intensos. De aquellos que te convierten en otra persona. De aquellos en los que necesitas a otra persona para sentirte completo. Ella siempre fue un corazón coraza. Porque a ella las mejillas no se le sonrojaban, ni los ojos le brillaban, ni sentía mariposas. Porque su corazón era como un invierno en Finlandia. Porque no sabía como comportarse con las personas. Como acercarse a las personas que la querían sin sentir la necesidad de huir. Porque no sabía cómo mirar a alguien a los ojos mientras le devolvían la mirada. Y tampoco como contemplar su reflejo en las pupilas de otro. No sabía caminar cogida de la mano. Ni cual era la manera correcta de dar un abrazo. O como dejar de estar a a defensiva y sentirse protegida. Pero a pesar de todo eso, él ha conseguido hacerse hueco. Hacerla mirar al suelo, para no sentir como le sostenía la mirada. O como se le enrojecían las mejillas mientras observa su reflejo en sus pupilas. Y odiaba que se le quedase mirando (¡como si ella no supiera que la observaba!) y que a consecuencia de ello sintiera mariposas en su estómago. Él le había hecho sentirse atraída por la opción de quedarse y no salir huyendo. Y le daba miedo, porque había conseguido convertir su invierno en primavera. Y destruir un poco su coraza.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Amor

Hace tiempo que sé que del amor nunca se puede saber nada del todo. Que es como una ventana desde la que se ve un paisaje que va más allá de donde nos alcanza la vista. Es sólo una brisa. Sí, eso es. El amor es una brisa. Una caricia. Una caricia suave, de esas que a veces erizan la piel, y otras simplemente se olvidan. Pero el amor es, a fin de cuentas, un camino. Un camino que serpentea, baja, sube, se detiene y la vegetación lo corta, y tienes que desandar, volver, irte. El amor también es una respuesta. Es un hombro para aquel que llora, y una palmada en la espalda para aquel que, desesperado, se resigna. Es una inmensidad. No sabría deciros por qué, pero creo que aquella persona que ama se vuelve infinita. Y se le puede notar en la mirada, que el amor le besa la heridas. Le cura. Le abraza fuertemente. Y es tan bonito como cuando nosotros recordamos sonreír aunque estemos solos.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Nunca te lo dije.

Nunca te lo dije y me arrepiento de no haberlo hecho.

Nunca te lo dije pero me encantaba abrir los ojos y regalarte la primera mirada del día para que después tú me obsequiaras con la primera sonrisa del día. Una sonrisa tierna, aún afectada por el sueño, con esos pequeños hoyuelos a ambos lados, esa sonrisa que gritaba te quiero, te quiero, te quiero.

Nunca te lo dije pero adoraba los días de invierno cuando te refugiabas en mi buscando el calor que a tu cuerpo le faltaba y que, como siempre, al mio le sobraba. Adoraba tenerte cerca y sentir la necesidad que tenías de mi porque era casi tanto como la que yo tenía de ti.

Nunca te lo dije y me arrepiento de no haberlo hecho.

Nunca te lo dije (ni se me pasó por la cabeza hacerlo) pero desde el primer momento en el que tus azulados ojos chocaron con el marrón chocolate de los míos, mi corazón te perteneció. Cada milímetro de ese órgano rojizo que hasta que no te conocí carecía de uso e importancia.

Nunca te lo dije pero adoraba la forma en la que mi nombre salía de entre tus labios, como las sílabas acariciaban tus cuerdas vocales para dejar ese pequeño cosquilleo en tus labios mucho mas que apetecibles.

Nunca te lo dije y me arrepiento de no haberlo hecho.

Nunca te lo dije pero habría hecho lo que fuera por cambiar nuestro desastroso destino, habría hecho miles de pactos con el diablo, incluso vender mi alma si eso me garantizaba pasar un solo día más contigo, unas cuantas horas que me servían de antídoto cuando creía que todo me salía mal y que no merecía nada pero es que con solo recordarte hurgando en mi frigorífico en busca de cualquier alimento, conseguía rescatarme del hoyo mas profundo.

Nunca te lo dije pero agradecía cada día al destino por ponerte en mi camino, por enseñarme que la vida era algo más que una sucesión de días tristes donde hasta al sol le da pereza salir. Agradecí infinitamente aquellos días que parecen una eternidad y que sin embargo a mi se me pasó en un abrir y cerrar de ojos.

Nunca te lo dije y me arrepiento de no haberlo hecho.

Nunca te lo dije pero nuestras manos parecían sacadas, cortadas y creadas por el mismo patrón. Era increíble como mis dedos cabían perfectamente en el hueco de los tuyos y como mi mano se amoldaba con total perfección a la tuya.

Nunca te lo dije pero odiaba el final de la primavera aunque eso significaba que llegaba el verano y con el más tiempo para nosotros pero también significaba que había llegado la época de exámenes que te separaban demasiado de mi. Porque teníamos que estudiar, porque queríamos aprobar pero en esos momentos lo único que quería y deseaba era estudiarte y ,por supuesto, probarte.

Nunca te lo dije y me arrepiento de no haberlo hecho.

Hubo demasiadas cosas que no te dije, tantas que sería capaz de escribir el poema mas largo del mundo y aún así me quedarían miles de cosas por decir.

Nunca te lo dije pero adoraba escribir, sobre todo desde que te conocí y mis letras comenzaron a cobrar sentido. Queriendo o sin querer siempre había una parte que hablaba de ti, que me recordaba a ti y ahora, después de todo, si las leo me crean un dolor insoportable pero tan necesario como tus abrazos inesperados.

Tampoco te hablé de la existencia de esta especie de poema, donde a veces las líneas riman y otras simplemente son una mezcla de palabras sin sentido (cómo mi vida a partir de ahora) porque aunque no se me daba demasiado bien yo seguía haciéndolo porque como alguien (tú) me enseñó hay que luchar por los sueños.

Y tú eras mi sueño y lo sigues siendo.

Nunca te lo dije y me arrepiento de no haberlo hecho.