lunes, 5 de octubre de 2015

La oscuridad, o ella.

Llegar a un punto sin retorno, dónde la oscuridad no sólo ha tomado parte de ella, sino que está en ella.

Y ya no quiere luchar por echarla. 

Se ha acostumbrado a sus amargos despertares, a sus crueles palabras, a su frialdad, y ha aprendido a quererla.

Como se quiere a un amante con el que compartes noches de pasión. 

Pero no nos engañemos, la relación no es platónica, no, ni mucho menos, la oscuridad fue la que la atrapó, la que la persiguió hasta que consiguió su cariño.

Como si éste la alimentase.

Y es que era así, cuanto más se adentraba en ella, más fuerza tenía, hasta que ella no pudo combatirlo más, y la integró en su ser.

Siendo parte de ella,
siendo ella misma. 


sábado, 28 de marzo de 2015

Un poco de mí.

No me gusta que la gente me abrace, porque siento que soy como un gran saco de cristales rotos y que al abrazarme todos esos cristales se rompen más y además hieren al otro. No me gusta que la gente pregunte por mi, que se preocupe por mi. No estoy acostumbrada a eso. No me gusta hablar, mantener una conversación con una persona. Me gusta mantenerme callada y observar las cosas. Imaginarme las vidas de las otras personas. A veces, cuándo me preguntas que qué me pasa quizás solo estoy mirando a un vacío inexistente, sumergida en mis pensamientos más profundos, aquellos imposibles de descifrar. O quizás estoy rompiéndome, pero, de todas formas, no te lo diría. Tampoco me gusta que la gente dependa de mi. Que me necesiten para tomar decisiones. Sencillamente, no me gusta que me necesiten. Porque si en algún momento yo no pudiera estar ahí, que es lo más posible, no tendrían a nadie. Y odiaría que les ocurriese eso. Que se llegasen a sentir tan solos como yo me siento. Cuándo era pequeña me encerraba al aseo a llorar, y de la misma manera me encerré en mi misma. Eché la llave a la única puerta que había y tiré la llave al vacío. Así que nadie ha entrado nunca a mi mundo, a este sitio, a mi vida, nadie se ha cercado a mi tanto como ha creído. Por mucho que crean que lo han hecho, nunca lo harán. A no ser que derrumben la puerta, y estoy segura de que al final me opondría. Porque tengo miedo de ser herida. Si aquí dentro puedo escuchar los gritos de las otras personas y sufrir por ellos, imagínate si dejara la puerta abierta y los viera mientras gritan. Así que nadie me ha visto en realidad, nadie sabe como es mi aspecto sin ninguna máscara. Nadie sabe cómo soy realmente. Y no sé si eso es bueno o malo.

domingo, 8 de febrero de 2015

save me.







todos los días me despierto envuelta en lágrimas y espero que alguien me las seque.
con ganas de abrazos con olor a café recién hecho.
con los labios preparados para cualquier beso fugaz.
las puntas de cada dedo de mi pie congeladas porque no han estado enredados con los tuyos.
mis manos apretadas cada vez más echando de menos tus suaves mejillas.
y mi espalda se dobla cada vez que noto el roce de las sábanas y no de tus dedos.
suplico en voz baja para que alguien me quite este dolor de dentro, pero nadie escucha mis plegarias.
sálvame porque cada vez noto que me ahogo más.

martes, 20 de enero de 2015

Recapitulemos

Y, dime, ¿a dónde va todo ese amor que desperdiciamos amando a personas que no nos aman? A dónde todas las esperanzas que no sirven de nada, y a dónde todos esos sueños que no se cumplen. Dime a dónde va todo lo que nunca haremos, y todas las noches que no follaremos, y esas estrellas que, jamás, jugaremos a contar cogidos de la mano, mientras perdemos el tiempo en no prestarle atención a nada excepto a los besos que nos demos, tan callados, y que supongo que tampoco nos daremos.

Y, dime, si me quieres, o si he vuelto a llegar tarde, y que el tren ya ha pasado y que estas vías ya no llevan a ninguna parte. Venga, dime si has puesto la alarma demasiado pronto y tengo que madrugar de toda la vida que nunca viviremos, de todas las miradas cómplices de entendernos; que todo eso se perderá, aunque nunca lo hayamos encontrado. Dime todo eso, aunque me haga daño, y es que supongo que el dolor es la única forma de romper las ganas, y no reciclarlas luego. No, no más ganas, ya no hacen otra cosa que rascar la herida...



sábado, 3 de enero de 2015

Muerta en vida.

Me estoy rompiendo en pedazos, lentamente.
Por cada cosa que hago, cada trabajo, cada acción forzada, cada segundo perdido en cosas inútiles y sin futuro, me deshago.
Trozo a trozo me voy cayendo en un vacío profundo.
Y no hay nadie que me detenga, no hay nadie pegando esos pedazos al tiempo que caen, no hay nadie en quien me pueda apoyar, no hay un brazo amigo que quiera ayudar.
La respiración fuerte y entrecortada.
Las lágrimas amenazando con escapar.
El labio mordido que trata de impedirlo con dolor.
Los sollozos reprimidos.
Las sonrisas falsas.
Esas ganas de huir, de acabarlo con todo, de rendirse.
Y la debilidad al saber que no hay nada que puedas hacer para detener esa destrucción lenta de tu ser.
Ya no puedo con esto, esto no es lo mío, esto no es vivir.
¿Cómo pretenden que cumpla mis sueños si estoy muerta en vida?
¿Cómo pretenden que salga y explore si estoy encadenada a la tortura?
Quiero rendirme por fin y ser libre, volar lejos y no mirar atrás.
Quiero sentirme viva. Quiero sentir la música y vivir mis emociones.
Quiero poder respirar con libertad, al fin.

martes, 30 de diciembre de 2014



Estoy cansada de las subidas y bajadas de temperatura,
y no estoy hablando del tiempo,
estoy hablando de ti y de lo bien que te sienta el azul,
estoy hablando de esa dulzura,
de esos ojos,
que sé que aunque refuerces con odio siguen siendo tan limpios
como los que conocí aquel día.
Pero es que te echo tanto de menos que duele,
duele que tu olor se quede en mi pecho cada vez 
que me abrazas,
que me aprietas fuerte,
que me das un beso, en la frente,
porque sabes que no quieres engancharte a cosas que te hagan daño,
y es una pena, porque yo solo quiero besarte los miedos,
hasta traerte la calma,
la paz.
Pero tú solo me traes infierno, y yo, no puedo,
para de pensar en lo a gusto que estoy ahí, porque
aunque duela,
estoy contigo.

Y eso, no lo cambio ni por el mismo cielo, porque eso,
por desgracia o fortuna,
también consigues dármelo tú.

jueves, 25 de diciembre de 2014

La niña que se odiaba a sí misma.

La niña se abraza a su madre, y le dice 'Mamá, ¿tú me quieres?' su madre la levanta y la abraza, 'pues claro que te quiero'. La niña se queda en silencio y cuando esta apunto de susurrar 'mentira' mira a su madre a los ojos y le hace una seña para que la deje en el suelo. La niña le da un beso en la mejilla y corre al aseo. Allí en el aseo, abre el grifo del agua y mira como su reflejo llora en silencio. Lágrimas saladas caen por sus mejillas, y días tristes se ven en su mirada. La niña se lava la cara, abre mucho los ojos y se echa gotas de agua, había descubierto que si se echaba gotitas de agua que caían de la punta de sus dedos al ojo no se le quedaban rojos, y nadie se fijaba en que había llorado.
'Nadie te quiere' le susurra al espejo. Y cierra de un portazo el aseo, su madre baja, asustada y cuando ella la ve le dice 'Mamá, no quiero quedarme sola' su madre la mira, preocupada y se dice a sí misma 'qué le pasará a mi hija'. La niña niega con la cabeza y dice 'Mamá, no quiero ser quién soy'. Su madre la vuelve a mirar con el ceño fruncido '¿por qué dices eso?' La niña corre hacia su habitación y pega otro portazo, su madre toca al rato la puerta pero ella se hace la dormida y su madre se marcha. Ella le da golpes a la almohada y ahoga sus gritos en ella. Ahora no sabrá cómo explicarle todo lo que ha dicho a su madre, no quería preocuparla, pero ni si quiera sirve para eso. No sirve para nada, todo le sale mal. La niña apaga la luz y se mete debajo de la cama, había encontrado el único lugar en el que se sentía a salvo, y era allí, junto a los monstruos. Ella también era una especie de monstruo, o al menos así se veía a sí misma. Se metía debajo de la cama cuando sentía que se hacía pequeña y el mundo era tan grande que asfixiaba, o cuando discutía con su madre, eso siempre funcionaba, se quedaba una hora metida debajo de la cama con la mejilla apoyada en el frío suelo, oyendo como su madre hablaba sola por toda la casa enfadada, y cuando se callaba salía y era como si nunca hubiera pasado nada. Ojala meterse debajo de la cama siempre solucionara las cosas. Pero no era así.
No quería salir de ahí, no quería volver al colegio donde todos los niños se burlaban de ella y nadie la aceptaba, no quería sentarse todos los recreos en el mismo banco mientras veía cómo todos los niños jugaban, y menos ahora, que hace unos días atrás un niño que jugaba cerca al fútbol le tiró el balón a la cabeza mientras ella estaba acostada en el banco mirando las nubes, ¡y ni si quiera se disculpó! No quería volver a oír esos apodos que le habían puesto los chicos de su clase, y menos aún quería ver a la chica que le había dicho 'si no cambias no puedes estar con nosotras, no nos gusta como eres'. A nadie le gustaba como ella era, ni si quiera a ella, pero ella era así. 'No puedo cambiar' se decía una y otra vez cerrando los ojos muy fuerte, deseando que cuándo fuera a abrirlos fuera otra persona diferente.
Su madre siempre decía 'los niños son crueles', la niña miraba a su madre y después bajaba la vista al suelo, dándole la razón con una mirada cansada. Demasiado cansada para su edad.