Él se enamoró de sus flores y no de sus raíces, y en otoño no supo qué hacer
domingo, 13 de abril de 2014
sabría que no seríamos eternos, pero quería intentarlo.
Parece que hace mil grados bajo cero desde que te fuiste, que ahora
la única manía, (más bien tortura), es la de echarte de menos. Que no
quiero volver a oler tu dulce aroma en mis sábanas, ni volver a ver el
color de tus ojos por cualquier parte de los parques a los que
solíamos ir, no quiero volver a escuchar tu voz en mi cabeza, ni si
quiera quiero quererte, ni odiarte, quiero dejar de sentir, o quizá morir.
Quizá esté viva, pero simplemente es porque mi corazón me odia y
sigue latiendo, aunque, en realidad, esto ni es vida ni es nada, quizá
sea el infierno del infierno, o el dolor de la tortura. Quererte, sinónimo
de tomar sal cuando te estás muriendo de sed, sinónimo de correr mil
kilómetros cuando estás tan cansada que tus piernas hasta tiemblan.
Quererte, que masoca suena, y que doloroso es.
Me pregunté mil veces y más como evitarlo, y la única respuesta que
obtuve fue un silencio escalofriante, que hasta daba miedo.
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